Ocurre que al príncipe de la paz se le rebelan los terroristas. Los de aquí, los de allá y los de acullá (País Vasco, Líbano y Afganistán). Pero tranquilos, que los manifestantes perdidos no dirán esta boca es mía. Que los ejércitos en misiones de paz no sufren ataques, sino atentados. Así la cosa parece menos grave. Y si el atacante es al-Qaeda -en lugar de Hezbollah- pues también. Qué filia tiene este gobierno con todo lo que provenga de al-Qaeda... La red islamista sirve tanto para un roto como para un descosido.
Por un lado, tenemos que Hamás coordinó con Irán su golpe de estado en Gaza; por otro, en Iraq, el Ejército del Mahdi reanudó su ofensiva contra las tropas aliadas por orden del mismo Irán; y en el Líbano, Irán, igualmente, ya ha dado órdenes a Hizbullah de ponerse en marcha… Ese es el contexto en el que nos movemos. Si esto no es una guerra en distinto frentes…
Ya va siendo hora de que nuestro cutrejército disponga de los medios que se merece. Ni subcontratas baratitas a lo Yak-42 ni ausencia de inhibidores de frecuencias por falta de presupuesto. Y en esto último hay una responsabilidad política directa (una dimisión que no vendrá): no se mandaron los inhibidores porque no se reconoció que había una situación de guerra. El slogan de la misión de paz llena los ataúdes de nuestros compatriotas.
lunes, 25 de junio de 2007
Líbano: Que no digan que esto es guerra
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario